Ha sido un sube y baja de emociones. Desde orgullo y esperanza hasta frustración y tristeza.
Si bien fueron unas olimpiadas muy particulares, quienes apreciamos el deporte volvimos a disfrutar de la justa más importante a nivel deportivo. Y cómo siempre, hubo de todo.
Quisiéramos concentrarnos en los esfuerzos de nuestros atletas. Cada uno de nuestros representantes merece una ovación. Cada uno hizo lo máximo para dejar el nombre de nuestro país lo más alto posible – siendo los casos más destacados los de Kenneth Tencio y Brisa Hennesy – obteniendo el cuarto y quinto lugar en sus respectivos deportes.
Pero ahora que se acabaron los juegos olímpicos de Tokio, es hora de fijar nuestras miradas en las de París 2024 y empezar a trazar el camino para estas justas… y por qué no, las del 2028.
El cierre de los juegos olímpicos es una oportunidad para evaluar lo que cada uno de nuestros deportes ha hecho hasta el día de hoy, para reforzar lo bueno y corregir aquello que no haya brindado el resultado esperado.
Como ya es ampliamente conocido, sobrellevar un proceso olímpico requiere de múltiples factores, siendo dos los más destacados: 1. Dinero y 2. Planificación a largo plazo.
En cuanto al dinero es recurrente escuchar a nuestros dirigentes y atletas abogar por mayor respaldo y apoyo por parte de la empresa privada. Tal vez este sea un buen momento para realizar un autoanálisis – tanto las Federaciones como los atletas – para tratar de determinar si hay aspectos que se deban corregir para hacer que estos sean más atractivos a posibles patrocinadores. Las Federaciones son una marca y hoy más que nunca, los deportistas también. Aquellas entidades (o personas) que puedan aumentar su proyección, ampliar su alcance e incrementar su impacto, sin duda estarán en mejores condiciones de crear alianzas estratégicas y comerciales.
A nivel de planificación, tal vez sea un buen momento para trazar objetivos a 3, 7 años e incluso 11 años, así como las acciones y los planes de trabajo que se necesitan para convertirlos en realidad. Nos parece irresponsable opinar o criticar organizaciones de las cuales no tenemos conocimiento de sus operaciones. Tampoco es correcto sugerir soluciones o mejoras sin conocer los contextos, y las situaciones que rodean una organización deportiva. Toda sugerencia, sea cual sea, debe realizarse en el marco de la situación actual de la organización teniendo pleno conocimiento de los recursos (humanos y financieros) de los que dispone y conociendo los procedimientos y procesos utilizados en la actualidad.
Por lo anterior, procederemos solamente a recordar la importancia de trazar caminos y planes de acción para acompañar aquellos objetivos que se deseen alcanzar.
Durante las transmisiones de las justas olímpicas fue interesante escuchar cómo países como Australia realizaron análisis detallados de la forma en que podían mejorar su programa de fútbol femenino, llegando a detectar falencias operativas y deportivas que de ser corregidas pensaban que podrían depararles mejores resultados en el futuro. El resultado de estos ajustes: cuarto lugar luego de perder en un ajustado partido contra los EEUU – una de las potencias mundiales en esta disciplina. O el caso de Kenya, una nación que ha encontrado en el atletismo de largas distancias un gran potencial y cómo este país ha dado prioridad a estas disciplinas sobre otros deportes en los cuales consideraban que su biotipo (y sus recursos) los ponen en desventaja.
Sea cual sea el método a utilizar, es hora de comenzar a pensar en lo que se avecina. A fortalecer lo que se ha hecho bien y a buscar ajustes, correcciones y mejoras a lo que se ocupe para brindarles a nuestros representantes las mejores condiciones de cara al futuro.
Hoy más que nunca, pareciera que con un esfuerzo en conjunto y un norte bien definido, la posibilidad de volver a vivir la alegría de una medalla olímpica no parece tan distante.
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