Hace poco la FIFA, uno de los entes deportivos más poderosos del planeta, atravesó por una de las crisis más oscuras jamás enfrentadas por este organismo. Esta institución centenaria se vio sacudida hasta sus cimientos por una serie de acusaciones relacionadas con corrupción, tráfico de influencias, abusos de poder y demás. Ante el clamor popular y la indignación de aficionados, patrocinadores, jugadores y demás seguidores, este organismo se dio a la tarea de establecer reformas que devolvieran la credibilidad y reputación a una entidad seriamente herida.
Creación de nuevas comisiones de control y auditoría, mayor inclusión femenina en puestos de mando así como la restructuración de un nuevo órgano director son sólo algunos de los cambios adoptados por el máximo ente del fútbol con la intención de actualizar sus funciones y evitar futuros episodios como los sucedido el año anterior. (Mayores detalles de estos cambios pueden ser vistos aquí: http://es.fifa.com/governance/how-fifa-works/the-reform-process.html )
Uno de los cambios más interesantes para efectos administrativos se da en la división de poderes entre el Consejo de la FIFA y la parte administrativa de la organización. Previos a los incidentes de mayo anterior, el Comité Ejecutivo de este organismo (conformado en su momento por 12 personas) era el organismo encargado de tomar decisiones y dictaminar el rumbo de las operaciones tanto estratégicas como administrativas de la institución. Desde la creación de un determinado departamento hasta la negociación de contratos comerciales, el comité director se encargaba de supervisar y liderar estas y otras acciones decisivas para la institución. Ahora bien, con las recientes reformas adoptadas se da una ruptura de esta dinámica. Según las nuevas medidas adoptadas, el consejo director (ahora conformado por 36 personas) será el organismo encargado de establecer las estrategias y directrices a seguir. Por otra parte, todo lo relacionado a la dirección de la organización, toma de decisiones comerciales y el alcance de los objetivos propuestos por el Consejo Director recaerá en los hombros del Secretario General (o Gerente General) de la FIFA.
Esta nueva dinámica, busca crear funciones claras y concisas para cada órgano director. En resumidas cuentas: el Consejo Director determinará el camino a seguir y los objetivos a alcanzar. El Secretario General dirigirá las tropas.
Esta nueva división de labores dentro de la FIFA lleva a crear comparaciones con una imagen consolidada desde hace ya muchos años dentro del deporte estadounidense: el del Comisionado. Este individuo es el máximo jerarca administrativo en las ligas deportivas profesionales en USA. El Comisionado es escogido por los dueños de franquicias de cada liga. Su papel: asegurarse que el crecimiento, tanto deportivo como económico de la liga sea estable y constante. Bajo su mando están múltiples tipos de negociaciones, incluso la más delicada y sensible de todas, entre la liga y la asociación de jugadores. Desacuerdos o diferencias a la hora de renovar estos compromisos laborales son las responsables de múltiples huelgas y paros en ligas como la NBA o la MLB.
Si bien los dueños de las ligas son los únicos que tienen la potestad para determinar el formato de competición, qué ciudades obtienen franquicias nuevas y cómo se distribuyen las ganancias producidas por la liga (a nivel de taquillas, televisión, venta de mercadería, etc.), el Comisionado es el encargado de asegurarse que todo marche según lo previsto y que la Liga se proyecte y produzca los réditos comerciales y deportivos esperados.
En lo personal, me parece que la imagen del nuevo Secretario General de la FIFA y el Comisionado en las Ligas Americanas brinda a sus organizaciones ciertas ventajas que otras organizaciones deportivas, que dependen sobre manera de la dirección y toma de decisiones de una junta directiva no tienen. Características como flexibilidad, mayor velocidad de implementación y un mayor nivel de reacción institucional son sólo algunas de las ventajas que pueden apreciarse en aquellas organizaciones que tienen una figura ejecutora plenamente establecida.
Muchas organizaciones deportivas a nivel latinoamericano cuentan todavía con un modelo centrado en el poder de una Junta de Directores. No digo que esta estructura esté mal, pero hay que preguntarse: ¿se acopla este formato al ritmo de vida y a la velocidad de los cambios bajo los que vive el mundo actual? ¿Es el papel de la Junta Directiva trazar objetivos, asegurarse de sus cumplimientos y tomar hasta la decisión más pequeña para la organización?
Conversando con amigos, allegados, alumnos y otras personas involucradas en el mundo del deporte nacional, me ha llamado mucho la atención cuando escucho que una organización está a la espera de la siguiente reunión de Junta Directiva para ver y definir si esta o aquella medida pasa, o si tal o cual permiso se da. Si bien esta situación tiene en sí ya ciertos agravios, estos en muchas ocasiones aumentan o se postergan cuando las juntas directivas no están en capacidad de reunirse por un periodo determinado de tiempo. Olvide por un momento que estamos hablando de organizaciones deportivas, ¿qué pensaría usted si escuchara que una situación de éstas se desarrolla en cualquier otra organización comercial? ¿Cómo reaccionaría si en algún momento algún negocio, propuesta o resolución de su interés no pudiera ser definido hasta esperar una eventual reunión de las cabezas de la empresa con la que está lidiando? Si esto no pareciera productivo para una empresa comercial, ¿bajo cuales argumentos es esa conducta aceptable en aquellas organizaciones que lideran los deportes nacionales?
No me mal interprete, creo que el papel de la Junta Directiva es FUNDAMENTAL. Creo que son ellos los que llevan el peso de los deportes nacionales sobre sus hombros pero me parece que deben hacerlo desde un punto estratégico y pragmático. Es la junta directiva la que debe establecer cuáles son los objetivos a pequeño, mediano y largo plazo que persigue su disciplina. ¿Cómo alcanzar las ideas planteadas, cómo evaluar los objetivos propuestos y qué correcciones hacer en el camino deberían ser algunos de los aspectos que deben de emanar desde la Junta Directiva. A partir de las estrategias establecidas y los objetivos previstos debe surgir la figura del administrador, gerente o como usted quiera llamarle. A él se le pedirán cuentas y/o explicaciones en caso de que los objetivos trazados no lleguen a cumplirse.
Para finalizar, quisiera decir que las medidas tomadas por la FIFA o por las Ligas Norteamericanas no creo que busquen dividir poderes, sino más bien complementarlos. Usualmente la gente que dirige un deporte son personas que cuentan con otras obligaciones y profesiones que atender. Establecer una figura ejecutiva no sólo viene a ayudar a lo que ya ha sido planteado por el órgano rector del deporte, sino también a asegurarse que las medidas y estrategias propuestas se den de manera oportuna, eficiente y rápida. Es más que claro que esta relación debe ser una de confianza, en la cual el gerente/ administrador / comisionado crea y se encuentre plenamente identificado con el plan trazado por el máximo ente de la federación, mientras que la junta directiva debe estar en la capacidad de brindar a su máximo ejecutor la confianza y potestad para desarrollar los lineamientos buscados.